Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso

¿Cómo llegué a este libro? Me crucé con él en la biblioteca y me llamó la atención. Publicado en 1983.

En abril de 1979, Eugenio Sanz Vecilla, nuestro protagonista y narrador, se topa con un anuncio en una revista de la consulta del médico. Con referencia N.º 921, encuentra esto: «Señora viuda, de Sevilla, cincuenta y seis años, aire juvenil, buena salud. Cincuenta y tres kilos de peso y un metro sesenta de estatura. Aficionada a música y viajes. Discreta cocinera. Con caballeros de hasta sesenta y cinco años, similares características».

A partir de ese momento, empieza a cartearse con la señora.

El texto lo componen solo las cartas que Eugenio le envía a Rocío, la señora viuda de Sevilla. No hay ninguna de ella. Nos iremos enterando de cómo es él, como avanza la relación, su entorno, parientes, amigos…

Os dejo algún fragmento:

Cuando ella propone tutearse: En mi caso, pasar del «usted» al «tú» es algo así como invitarme a quitarme la corbata y a conversar contigo en pijama (y no veas la menor malicia en esto) y zapatillas, al margen de todo protocolo.

Cuando recibe una foto de ella en biquini: Ante tu cuerpo semidesnudo (apenas dos minúsculas piezas cubriendo tus partes pudendas), concluyo que es posible vencer al tiempo. ¿Te ofenderás si te digo que no aparentas la mitad de la edad que tienes? Me siento turbado, querida, como un adolescente ante la primera imagen erótica, aunque también viejo y desbordado, no lo puedo remediar.

Él se confiesa:  Padezco de estreñimiento, un estreñimiento pertinaz, inconmovible, ciclópeo, que me martiriza desde niño. Con los años mi padecimiento se ha acentuado, hasta el extremo de que, si me abandono a mi aire, pueden transcurrir semanas sin experimentar esta necesidad. Mi vientre perezoso es.

Portada Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso

De muy fácil lectura. 

  • N.º de páginas: 152
  • Editorial: Ediciones Destino
  • ISBN: 9788423343089

Lectura recomendable para cualquiera, su humor te ayudará a desconectar y disfrutarla.

Siempre es un placer leer a Delibes.

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